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    Moriré hoy jueves en ciudad de México.
    Será un día lluvioso.
    Disfrutaré mi desayuno, porque será el último: fruta variada y un omelet con queso roquefort. Tres expresos para arrancar el día.
    Será mi última junta de trabajo, una video llamada (porque estamos en tiempos de Covid) para preparar las tareas del día; otra video llamada a las doce del día con un posible cliente. A nadie de mi equipo le diré que busquen reemplazarme.
    Saldré a caminar con mis perras, como lo hago todos los días, sólo que este día las llevaré más lejos para gozarlas más.
    Regresaré, me bañaré, vestiré y empezaré con los quehaceres de la casa. Toda la mañana me debatiré como siempre entre si limpiar la casa o trabajar profesionalmente. Ya no habrá más debates al respecto.
    A la una de la tarde, empezaré a preocuparme por la comida. ¿Qué haré hoy de comer? Resulta agotador pensar en diferentes menús para la semana. Si ayer comimos albóndigas, hoy qué comeremos, si a uno no le gusta el pollo, y si no estamos comiendo arroz o pastas. ¡Es muy complicado! Será en fin la última comida que preparo por lo que haré un pescado a la veracruzana. Me queda buenísimo.
    Después de comer, a trabajar en la computadora, dejar los trastes y las ollas para lavarlas más tarde. ¡Quiero dejar limpia la cocina!
    Volveré a sacar a pasear a las perras, seguramente me lloverá, porque así han estado los días.
    A las ocho de la noche, apagaré la computadora para siempre. Platicaré con mi esposo e hijos. A nadie le diré que hoy será mi última noche con ellos. Los abrazaré y les diré que los quiero y querré siempre. Igual abrazaré a mis perras.
    Me dormiré y entraré en un sueño tan profundo que no habrá vuelta atrás.

    #13631
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    En este texto se deja adivinar también tu vena literaria, porque hay frases magníficas y muy pertinentes: “apagaré la computadora para siempre”, “¡Quiero dejar la cocina limpia!” y otras. No estoy sugiriendo que sean artificios literarios, al contrario, digo que te favorece tu habilidad para decir con elocuencia cómo vivirías ese último día. Por lo que cuentas, no sería en nada distinto de tus días normales, salvo por el hecho de ir un poco más lejos con tus perras, lo que significa, supongo, que tu vida normal, incluso con las tribulaciones sobre el menú del día (¡tribulaciones que comparto!) es aproximadamente la vida que quieres tener, o bien que, como dices con total contundencia en relación a la cocina y su limpieza, no quisieras irte sin faltar a ninguna de tus responsabilidades, tal vez porque en las responsabilidades (aquellas cosas que nos llaman para que respondamos) y en la excelencia con que desarrollamos nuestras responsabilidades se juega en buena parte el sentido de nuestros días. ¿No es esto lo que descubre de manera primordial tu texto? Amas, incluso en el fastidio de escoger un menú, tus responsabilidades, tal como son, quizá porque amas hacerlas con excelencia, con sentido comunitario, etc., y por eso no cambiarías prácticamente nada de tus días, aun sabiendo que fuera el último. Esto es un gran logro.

    Muchísimas gracias, Pilar, por el precioso comentario que dejaste ayer sobre el curso. Ya está publicado. Me alegra enormemente que te haya resultado tan provechoso.

    Por último, si quieres escribir en la perspectiva de la autoobservación, en este sitio está también el TALLER DE ESCRITURA Y AUTOCONOCIMIENTO. Quizá pueda interesarte. ¡Muchas gracias por participar y por tu apoyo a este curso!

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