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  • #13535

    Paisajes desde una misma ventana
    Día 1
    ¿Qué es un paisaje? Espacio, composición, representación; el paisaje desde mi ventana, esa que me anuncia cada nuevo día, es una composición involuntaria y gris, pareciera que no existe nada, que lo que se posiciona más allá del límite del metal y el vidrio que la contiene es el recordatorio de que hay límites a la condición humana que nosotros mismos hemos creado, mi paisaje es una creación de la mano de las personas que han pasado por él.
    Tres lazos, algunas pinzas y bastantes ganchos, todos estáticos. Hoy la ventana se encuentra entre abierta, como cómplice de la entrada del viento, del olor de la ropa tendida recién lavada; del jabón y de la humedad normal en una lavandería, pero no hay ropa tendida, hoy sólo los lazos y las pinzas; los ganchos de plástico y el jabón.
    El paso del tiempo es evidente, corren huellas del agua que ha escurrido durante años sobre las paredes, esas láminas nunca estuvieron bien colocadas; cubren incompetentemente la superficie del patio trasero, me gusta observar las manchas de humedad y filtración en las paredes, particularmente la que queda justo frente a la ventana, juego mentalmente a descubrir elefantes y caras, casi siempre son rostros bastante parcos, digamos que casi indiferentes, pero siempre aparecen, sólo necesito fijar la mirada por algún tiempo, que no mido, no hay prisa.
    Día cuatro
    Hoy amaneció bastante nublado, es increíble la variación de luz que puede caber en un mismo espacio, pareciera como si fuera un lugar distinto, en otra casa, en otra ciudad, en un país diferente y que quien mira a través de la ventana fuera alguien complemente desconocida, hay lazos, ganchos y pinzas, persiste el olor a lavandería, hoy más fuerte porque hay ropa tendida.
    De repente se me antoja salir volando por esa ventana, mirar hacia abajo y experimentar como todo se encoje; el patio queda reducido a una mancha gris con gotitas de colores y entonces, quedo suspendida sobre esa otra macha enorme, de colores imprecisos que es la colona donde vivo.
    Creo que para eso son las ventanas, para dejar pasar luz y esperanza; para escapar y regresar cuando te dé la gana, puedes ser que regreses por la nostalgia a tus olores, a tu cama, no sé, pero me gusta saber que puedo ver a través de ella y que puedo despegar en vuelo.

    #13545
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Dices bien: una observación atenta, penetrante, contemplativa, nunca ve la misma ventana. Sólo la mirada empolvada, que, como el polvo, se posa sobre la superficie de las cosas, podría confundir la ventana de ayer con la de hoy, la de la mañana con la de la tarde, la de hace un momento con ésta que veo ahora, al punto de decir que es exactamente la misma. Sólo esa mirada podría confundir la que fuiste con la de hoy, la de la mañana con la de la tarde, la Alma Delia de hace un momento con ésta que lee lo que yo escribo ahora. Hay continuidad, no hay identidad. Aquello de “Ningún hombre se baña dos veces en el mismo río”, atribuido a Heráclito, es justo lo que sucede con las ventanas (y con todo). La imaginación viene a confirmarlo. Una mancha de humedad es hoy un elefante, mañana otra cosa. Hoy la ventana exhibe incompetencia y mañana es una alfombra mágica para remontar vuelo. ¿Cuál es, entonces, la verdadera ventana? ¿Dónde está? Si dices: “La ventana son los ojos”, es dable objetar: ¿y qué de los oídos y la piel y el resto de los sentidos? Si dices: “Los sentidos”, ¿qué hay, entonces, de los pensamientos? Si concluyes, “Los sentidos y los pensamientos”, preguntaré: ¿Quién siente y quién piensa todo eso?

    Hay en esta última pregunta un enigma más profundo de lo que quizá parece en primera instancia.

    #13551

    Coincido contigo Gabriel; la profundidad de saber quién mira es la persistencia en la búsqueda de definir quién soy, quién fui, pero jamás quien seré ya que ese es un espacio que no dota la visión de imágenes claras; aún el preguntarme quién fui resulta ofensivo al pensamiento porque dentro de él la que fui ha cambiado también; ya no miro igual mis acciones, experiencias y el resultado temporal de ellas, puedo “recordar” lo que fui, lo que hice, lo que fueron los demás, las cosas… sin embargo, jamás volveré a sentir lo mismo, a pensarlas de la misma forma, hoy puede ser mi juicio más benevolente o más perverso, pero jamás el mismo.

    Puedo concluir que, incluso, los recuerdos se piensan diferente cada vez y que me alegra la impermanencia de las cosas, de mi misma…

    Mientras tanto, sigo mirando a través de la vida como de la ventana de mi recámara

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