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  • #13873

    La primera máxima de los estoicos que, por cierto, forma parte de los pasos de los grupos de autoayuda, es de una gran utilidad, sin embargo existe una tendencia muy humana (y omnipotente) a querer tener el dominio sobre las cosas y los aconteceres e incluso sobre las personas. Se necesita de un férreo y denodado esfuerzo el salirse de ese patrón y, por tanto, se requiere humildad y también resignación. Mi pregunta es, existe un término estoico para la resignación, resignación como reconocimiento de nuestros límites, como aceptación de una especie de “fracaso ontológico”.
    Por otra parte, debo comentar que esta máxima últimamente la tengo muy presente pues he podido detectar en mí con más claridad, un superyo operativo y persecutorio al que tengo que poner en su sitio.

    #13884
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Hola, Elsa.

    A menudo se habla de la resignación estoica, pero es una expresión que a mí me parece problemática, porque sugiere una especie de pasividad y da la idea de que el estoico no actúa. Esto es falso. Yo prefiero la idea de “aceptación” (la cuarta lección de la primera semana trata sobre esto), que es también un modo de referirse, no a un fracaso ontológico, porque la idea misma de éxito o fracaso es ajena a la ética estoica, sino a aquellas situaciones en las que hemos hecho todo lo que estaba en nuestras manos (todo lo que dependía de nosotros) y, sin embargo, el “resultado” no ha sido el que hubiéramos preferido. Pongamos, hago todo lo que está en mis manos por evitar que un candidato llegue a la presidencia, pero el candidato se vuelve presidente. No es que yo haya dicho, “Bueno, no depende de mí quién sea presidente” y me haya olvidado del asunto (me haya resignado a lo que sea); la aceptación tiene que ver con un escenario dispreferido que sobreviene aun cuando yo he ejercido todas mis potestades. Lo acepto, porque desde el principio he sabido que el resultado final de todo esto no dependía de mí en último caso (si bien yo podía tener algún grado de injerencia). La aceptación implica estar en paz con eso que es dispreferido, pero algo interesante es que esa imperturbabilidad descansa en el hecho mismo, en la satisfacción misma de haber obrado todo lo que estaba en mi poder. Aquí hay una interesante inversión en la lógica del razonamiento práctico. Normalmente, nos quejamos diciendo: “¡Con todo lo que he hecho y aun así las cosas no han salido!”. El estoico dice en cambio: “Las cosas no han salido como yo hubiera preferido, pero hice todo lo que estaba en mis manos, ¿cuál es el problema? ¿Dónde está el daño?”.

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