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  • #11799
    azul7verde
    Participante

    ¡Hola, Gabriel!
    Finalmente, aquí van mis primeras frases.
    Saludos

    1. En este momento, lo único que está en mis manos es el timón de la bicicleta.

    2. Aprender a navegar a pesar del humor del viento.
    2. Escribo un acento faltante en un poemario de la biblioteca y me imagino las reacciones del próximo lector: una sonrisa, la boca torcida, o nada.

    3. Hoy, cuando comienzo a pedalear, todavía hay un sol rojísimo.
    Me pregunto cuándo fue la última vez que sentí esta electricidad por un poquito de sol, por un poquito de bici.
    Vuelve al aquí y ahora, si no, vas a perder el equilibrio.

    4. He terminado de leer un libro, una autobiografía, y me quedo con las últimas páginas abiertas, flotando, sábanas de nieve en las tejas, escarcha, una brisa casi imperceptible en las ventanas. Flotamos. Páginas abiertas. Delante, la niebla en la que me deja, en la que me dejaría, el fin de su compañía. Releo al azar algunas de las últimas líneas. “Extranjera”. “Analfabeta”, como el título. “Analfabeta”. Releo las últimas líneas abiertas, gota aferrada a la cornisa. “Nunca escribiré el francés como lo escriben los escritores franceses de nacimiento, pero lo escribiré como puedo, lo mejor que puedo”. Y yo lo leo como puedo. Y, así, yo la leo como puedo. Y comprendo lo que puedo. Y releo las últimas líneas.

    5. Dulzura.

    #11800
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Se siente un tiempo invernal, de recogimiento y cierta nostalgia contemplativa que me recuerda a la etérea tristeza de los japoneses; a Kawabata, por ejemplo, y la nieve y los carámbanos.

    Pero en ese recogimiento aparece una constatación importante, que no vale sólo para ti, o para ti en invierno, sino para cualquier persona en cualquier estación del año: no controlamos los humores del viento (lo que los antiguos llamarían la Fortuna, así, con mayúsculas), pero sí el timón de nuestro vehículo. Una de las bases del estoicismo es precisamente ésa: no puedo tener control último sobre nada, salvo sobre mi propia mente (mi albedrío), si es que efectivamente tomo el timón o las riendas de mis estados mentales y aprendo a conducirlos. (Borges preguntaría: ¿quién conduce a aquella que conduce el timón?).

    ¿Para qué conducir? Entre otras cosas para poner un acento, corregir una coma: reparar el mundo. Porque no se trata de escribir el mejor francés, sino de escribir, pensar sentir, obrar, amar lo que mejor que uno/a puede y eso es reparar el mundo, repararse (volver a pararse). ¿No es esto dulce, así soplen vientos hostiles?

    Tu texto tiene esa delicada continuidad, como de un bordado muy delgadito que dibuja figuras entre silencios y nieblas. Tengo la impresión de un despuntar, del anuncio de una aurora después de tiempos oscuros.

    Precioso texto, Ale. (Escribo esto desde Kyoto. Quizá por eso lo siento tan japonés).

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