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  • #15094
    Marcela Acle
    Participante

    En pleno confinamiento y sin oportunidad de “confrontarme” con el exterior, las representaciones que más me trastornan son los recuerdos y las anticipaciones del futuro. Ambas representaciones irrumpen a la menor provocación. De pronto me asaltan recuerdos agradables (sobre todo de mi infancia) que me llenan de nostalgia, tristeza por los años idos y un deseo irrefrenable de retroceder años y años de mi vida y volver a esos tiempos felices. También me asaltan recuerdos desagradables, mis acciones pasadas de las que me arrepiento o, peor aún, me avergüenzo. Pienso en el mal que pude haber causado, en la pésima impresión que causé, en el dolor de mis padres, en el ¡¡como fue posible que yo, MAT, hiciera esto!!
    Respecto a las anticipaciones del futuro, esas siempre están relacionadas con mi muerte o la de de mis hermanas. Pienso en un sinfín de enfermedades horribles. Estos pensamientos los ahuyento y me esfuerzo por pensar en algo distinto, tal es la inquietud que me causan.
    Ambas representaciones (pasado y futuro) hacen acto de presencia en mi mente casi constantemente.
    Durante esta semana traté de batallar con los recuerdos negativos y me dije que:
    1. Nadie, ni tus mismos padres tuvieron una vida perfecta. Finalmente ¿qué es la perfección? Es un parámetro que no existe en la vida de ningún ser humano.
    2. Lo hecho, hecho está. Tus sentimientos son inútiles porque no puedes cambiar lo que hiciste, no hay remedio, así lo hiciste en su momento y también se dieron una serie de circunstancias que te llevaron a eso. No es un evento aislado, es parte de tu vida.
    3. Lo que hoy eres, es producto de todas tus experiencias pasadas, buenas, malas, regulares, ni siquiera tienes que calificarlas.
    Y estos tres pensamientos fueron mis “antídotos”. ¿Me funcionaron? A veces, porque otras casi sin pensarlo me encuentro sumida en la representación. Pienso que están ahí, en mi cabeza, pasado y futuro, hechos bola, precisamente como el queso Oaxaca.

    #15101
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Algo interesante, que surge con mucha claridad de tu texto, es que todas las las perturbaciones se originan en representaciones de eventos o situaciones que no están sucediendo aquí y ahora, sino que, o bien ya han sucedido, o bien podrían suceder. En este sentido, un buen antídoto adicional es detener la representación observando que eso simplemente no está teniendo lugar aquí y ahora, que sólo es una ficción de la mente. En otras palabras, puedes retirarte de la sala de teatro de tu mente al ver que la película que se proyecta no te agrada, y es tan sencillo como eso, como un mero salirte de ahí y verlo en calidad de mera representación mental.

    Ahora bien, el pasado y el futuro, si bien comparten el hecho de no ser el presente, es decir, de no ser, acusan diferencias entre sí. El pasado es susceptible de ser resignificado, pero no modificado y, en este sentido, no sólo no es, sino que tampoco es posible, sencillamente ya no existe aquello que la memoria evoca. El futuro, en cambio, es posibilidad abierta. En la medida en que es posibilidad, puedes esperar indistintamente lo peor y lo mejor (lo dispreferido y lo preferido), y en cierto modo aquí es donde se decide el uso que haces de tu albedrío. El miedo supone que uno ESCOGE, quizá no conscientemente, pero sí como acto libre, inclinarse por las posibilidades dispreferidas. ¿Por qué hacerlo? Antiguamente se decía que los dioses favorecen a los valientes y esto tiene cierto sentido, porque la valentía estriba en una cierta confianza, no en que todo va a estar bien, sino en que uno sabrá habérselas con lo que quiera que sea que la vida depare. Es una confianza en sí mismo que trae cierta ventura de suyo (de ahí la idea de que los dioses concedan sus favores). Uno/a puede escoger proyectar el futuro como un sueño, en el sentido bello del término, o como una pesadilla.

    Sobre el punto 2, algo que quizá merece la pena agregar es que, si algún hecho del pasado, en el que sientes que has inferido daño, puede ser reparado sin que esto genere más daño, sino una auténtica reparación, ¿por qué no hacerlo? Reparar el daño es un acto noble, capaz de dejar auténticamente atrás las cosas y, como por obra de una especie de alquimia, convertir la cicatriz en algo hermoso.

    El punto 3 es muy importante: efectivamente, eres quien eres por todas esas experiencias, ellas te forjaron, te enseñaron, etcétera.

    Y en tu caso, querida Mat, el humor es siempre un antídoto y es maravilloso. Ahora haz de esa bola oaxaqueña unas buenas quesadillas e invítame a comer.

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