Etiquetado: Representación arrebato injusticia
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Gabriel Schutz.
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octubre 22, 2019 a las 8:59 pm #11459
AngelaEstrada
ParticipanteHola
Representación que más me arrebata
1) La injusticia es una de las representaciones que más me arrebatan. Me he percatado que la mayoría de las observaciones diarias que he realizado se inscriben en ese sentido.
2) Ahora manifiesto cómo me arrebata y respondo: Cuando observo alguna, experimento sufrimiento. Por ejemplo: he conversado con algunas personas víctimas de injusticias y me sorprende que en muchos casos se sienten culpables de su situación y reproducen el maltrato, creen que lo merecen. Hace falta educación emocional, tanto de las personas maltratadas como de las personas maltratadoras, en ambos casos han internalizado relatos, mandatos y narrativas sociales que llevan a la legitimación de la violencia. Todavía peor es el maltrato a seres con mayores desventajas: niños, personas con discapacidad, adultos mayores; se les abandona, se les maltrata de múltiples formas: físicamente, patrimonialmente y emocionalmente. El caso de las personas con discapacidad es grave ya que en la ciudad en la que vivo es casi imposible que circulen por el espacio público porque es raro que existan rampas en las banquetas o elevadores; además, el abandono de animales en la vía pública es reflejo de la falta de compasión humana. Son estas y otras situaciones que se han incrementado las que se tratan en esta profesión y hasta ahora me parece imposible que el sufrimiento no me afecte. Hemos coincidido entre mujeres que nosotras estudiamos y nos desempeñamos más en profesiones como ésta y otras, en las que hay que tratar con los problemas de otros o hay que cuidarles, como las enfermeras y las profesoras; y que hay una contradicción entre las funciones y su eficacia de ciertas profesiones y eliminar el sufrimiento; incluso el perfil de estudiante demanda lo siguiente: preocupación por los demás. Lo mismo les sucede a algunos colegas de la sicología, el trabajo social, la enfermería, la docencia, la medicina, entre otras.
Por otra parte, aunque sé que no es de mi única competencia, me arrebata por decepcionante (quizá porque tengo expectativa) que los resultados de investigación e intervención social no siempre se apliquen perdiendo esfuerzos y recursos de instituciones y colectivos dedicados a estas tareas y no se refleje en la mejoría de la vida cotidiana comunitaria.3) Reflexiones para tratar de que no me arrebate: Pienso que el conocimiento y el autoconocimiento permiten poner en perspectiva las tareas que nos ocupan, nos preocupan y “nos quitan el sueño”, para llamarle en términos coloquiales al arrebato. Ahora sé que el enfoque es determinante. Espero avanzar en ese sentido en este curso; es decir, encontrar las formas y las pautas en las que pueda separar con claridad lo que me involucra y lo que no y cómo sufrir menos. Como persona preocupada por lo social y socióloga me he dedicado más de la mitad de mi vida a investigar e intervenir con equipos de colegas distintas problemáticas para tratar de dilucidar y comprender cómo se generan y explican algunas situaciones injustas; sin embargo, eso no hace que no sufra por ellas. Quisiera encontrar la forma de no hacerlo. He iniciado por intentar hacer la distinción maestra –como le llama Gabriel Schutz en este curso– al entendimiento de lo que me compete y lo que no, lo que corresponde a mi actuación y responsabilidad y lo que es externo a mí, y por lo tanto, queda fuera de mí posibilidad. En ese sentido, mi compromiso es vigilar sistemáticamente mis acciones y que éstas sean justas; pero conviviendo cotidianamente en mi trabajo con distintas situaciones injustas, me asalta la idea de que esto es insuficiente. Luego me digo que edificar una sociedad más justa involucra muchos elementos que evitarían la ocurrencia de las injusticias. Trato de hacer consciente y enlistar lo que sí podemos hacer y transformar; que a pesar de las frustraciones, vale la pena servir a través de esta profesión en la que se desarrollan metodologías y protocolos para dar respuesta a algunas problemáticas y estudiarlas sistemáticamente sin perder de vista la complejidad y diversidad de elementos y actores sociales que se requiere involucrar para resolverlas y que no siempre se pueden conjuntar en las acciones.
Agradeceré mucho la lectura y retroalimentación.
Ángelaoctubre 23, 2019 a las 2:37 pm #11463Gabriel Schutz
SuperadministradorMuy interesante y con muy buenas posibilidades de discutir algunas ideas. Voy a intentarlo aquí.
El asunto no es, por supuesto, que a uno no le afecte el sufrimiento de los demás, eso sería inhumano y contradice derechamente el ideal de sabiduría estoica, que, como verás más adelante, es completamente comunitario, es decir, político. Se trata, más bien, de que la afección que experimentamos sea, tomando prestado el lenguaje del budismo, hábil y no torpe (el budismo tiene la genialidad de no hablar de “bien” y “mal” -2,400 años antes de Nioetzsche). Hábil y torpe aluden a una dimensión afectiva y a una dimensión instrumental. En lo afectivo, una respuesta (mental) hábil es aquella que no conduce al sufrimiento/perturbación; torpe es lo contrario. Pero, si notas, hábil y torpe tienen una connotación instrumental, un “saber hacer” algo, y eso también está implicado. Entonces, cuando atestiguamos injusticias, si somos mínimamente sensibles, nos indignamos y, muy probablemente, nos enojamos. La ira se origina, precisamente, en la creencia de que se ha recibido injusticia de manera dolosa y es, por lo tanto, el impulso de regresar el daño recibido: apetito de venganza. Todo esto procede de Aristóteles, pero los estoicos coinciden en la descripción cognitiva de la ira. En lo que no coinciden con Aristóteles es en que preste alguna utilidad. Séneca, en su tratado sobra la ira, dice algo así como: El buen juez no necesita odiar para impartir justica. En otras palabras, la ira (y sus especies) es un afecto sumamente “natural”, digamos, pero al mismo tiempo es torpe, porque implica sufrimiento por parte de quien la experimenta y porque, sobre la base de la ira, es improbable que el juicio sea justo. Para los estoicos, la base de la justicia no puede ser jamás un estado pasional, sino la ecuanimidad. Que uno se indigne o se enoje, no resuelve la injusticia y sólo trae aparejado un sufrimiento innecesario. Pero ¿cómo lograr eso? ¿Cómo sustituir una respuesta torpe por una hábil y no montar en cólera con las injusticias? Desde luego, no siempre lo logramos.
REMEDIOS DE SÉNECA CONTRA LA IRA:
(1) PACIENCIA
El mejor remedio contra la ira es el paso del tiempo. Pídele al principio no que perdone, sino que piense: tiene un primer arrebato duro, se calmará si espera. Y no intentes eliminarla del todo: quedará totalmente vencida si se le ataca por partes. / Sobre la ira, II.29.1.
Nadie se concede tiempo y el caso es que la demora es el mejor remedio contra la ira, para que su primer embate languidezca y la niebla que oprime la mente se disipe o se haga menos densa. Algunas de las cosas que te sacaban de quicio las suavizará una hora, ni siquiera un día, otras se desvanecerán por completo […] Cualquier cosa que quieras saber, confíala al tiempo. No se ve con precisión en medio del oleaje. / III.12.4
No te sea lícito nada mientras estás encolerizado. ¿Por qué? Porque estás pretendiendo que todo te sea lícito. / III.12.7
Si la ira es una especie de ansiedad o impaciencia, lo primero es aprender a diferir la respuesta. Es un remedio que interviene sobre el impulso (“es apropiado vengarse/regresar el daño”), no para rebatirlo, sino para diferirlo, contenerlo.
(2) ELIMINACIÓN DE LA SUSPICACIA, LAS CONJETURAS, LAS COMPARACIONES
Hay que eliminar del espíritu la sospecha y las conjeturas, provocaciones éstas muy engañosas: «Aquél me saludó con poco afecto, aquél no respondió a mi abrazo, aquél cortó bruscamente la conversación a medias, aquél no me invitó a cenar, el aspecto de aquél me pareció hostil». No faltarán argumentos para la sospecha; se hace necesaria la sencillez y una apreciación favorable de las cosas. No creamos nada más que lo que salte a los ojos y sea evidente […] / Ibid., II.24.1-2
Una gran parte se procuró motivos de queja sospechando cosas falsas o dando importancia a detalles insignificantes. A menudo la ira viene a nosotros, más a menudo nosotros a ella. / III.12.1
En efecto, nos encolerizamos con los seres más queridos porque nos ofrecen a cambio menos de lo que hemos pensado y de lo que otros han recibido, aunque está en nuestra mano el remedio a ambas cosas. 3. Fue más complaciente con otro: agrádenos lo nuestro, sin establecer comparaciones; nunca será feliz aquél a quien atormenta un ser más feliz. Tengo menos de lo que esperaba: pero quizá esperé más de lo que debía. / III.30.2-4.
He aquí una clara aplicación de lo que los estoicos consideran la lucidez suprema: no agregar nada de la propia cosecha, juzgar únicamente a partir de lo que se muestra. Aquí se busca desmantelar el juicio evaluativo que propiciaría la ira, pues si no sé por qué el otro me ha saludado con poco afecto, no puedo asegurar que me esté infiriendo un daño a mí, de manera dolosa y personal, es decir, injusta.
(3) NADIE ESTÁ LIBRE DE CULPAS
Si queremos ser jueces justos de cualquier hecho, persuadámonos de que, en primer lugar, nadie de nosotros está sin culpa. En efecto, de ahí nace la mayor indignación: «No he hecho nada malo» y «No he hecho nada». Más bien no lo reconoces. / Ibid., II.27.3
Se dirá que alguien ha hablado mal de ti: piensa si tú lo has hecho antes, piensa de cuántos hablas tú. / II. 28.4
Lo irónico aquí es que la ira surge precisamente como respuesta a un sentimiento de injusticia. Sin embargo, Séneca y en general los estoicos sostienen, como vimos, que la justicia sólo puede fundarse en la ecuanimidad, nunca en la ira.
(4) COMPRENSIÓN DEL OTRO (COMPASIÓN)
No se encolerizará el sabio con los que cometen faltas. ¿Por qué? Porque sabe que nadie nace sabio, sino que se hace, sabe que en cada generación surgen poquísimos sabios, porque tiene muy estudiada la condición humana, y nadie cuerdo se encoleriza con la naturaleza […] De modo que el sabio, sereno y justo con los defectos, no enemigo sino corrector de los que cometen la falta, avanza cada día con esta intención […] Estudiará todo esto con tan buena disposición como el médico a sus enfermos. / Ibid., II.10.6 y ss.
El sabio ha sustituido la ira por la compasión. Comprender al otro como el médico al enfermo (sabiendo que también uno comete faltas y padece enfermedades morales), supone comprender que el que nos agrede simplemente sufre o está en un estado de ignorancia y es por eso que nos agrede. Estrictamente, ni siquiera nos agrede a nosotros, aunque en ese momento seamos su circunstancial objeto de agresión.
(5) LA BREVEDAD DE LA VIDA
Y nada será más útil que pensar en nuestra condición mortal. Que cada cual se diga a sí mismo y al otro: «¿De qué sirve que nos declaremos la ira como si naciéramos para la eternidad, y que malgastemos una vida tan breve? ¿De qué sirve invertir los días que podemos emplear en placeres honestos, en entristecer y atormentar a alguien? Estas cosas no admiten dilaciones y no hay tiempo que perder. / III.42.2-3
(6) EMPEZAR POR LOS SÍNTOMAS FÍSICOS: DE LO EXTERNO A LO INTERNO
Desviemos en sentido contrario todos sus síntomas: cálmese el rostro, suavícese la voz, modérese el paso. Poco a poco el interior se adapta a las manifestaciones externas. / III.13.2
Dicho esto, me parece importante agregar que, en otras tradiciones, como en el budismo tibetano (también en el zen), si bien la ira es considerada un veneno, se habla de una ira “limpia” y de un gran potencial en esta emoción, porque es un fuego capaz de romper obstáculos. De ahí que en el budismo tibetano (o tántrico) haya deidaddes coléricas y se hable de la posibilidad de transformar la ira en discernimiento. Una ira limpia significa que responde de manera enérgica exactamente a lo que debe responder, sin incendiar nada más, en el momento en que debe responder y enseguida remite (quizá Aristóteles no esté tan lejos de esto). Es difícil, pero es posible.
Estoy aquí para apoyarte en lo que esté en mis manos.
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