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Gabriel Schutz.
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junio 22, 2020 a las 7:52 pm #13448
Guillermo Riva Palacio Mier
ParticipanteDespués de mucho pensar y estar atento a mis pensamientos y actitudes, el ser aceptado por los demás me despierta avidez, me lleva a actuar, decir, no decir, estar pendiente de que dijeron de mi o si no dijeron, aparentemente pareciera que no me importa, pero en realidad, si quisiera ser visto y aceptado, y muchas veces lo que logro es la aparente ignorancia. Es tratar de evitar el rechazo, creo desde niño fue un tema conmigo en mi familia cercana por estar ocupados con sus cosas, yo sentía no era visto, y por la familia en general veían a los demás, los primos, mis hermanas. me proporciona sensación de placer el sentir que soy visto tomado en cuenta. En realidad, no hay utilidad para el otro porque ni siquiera se lo hago saber, ni le doy las gracias. Dura muy poco tiempo, así como llego se va, supongo que cuando era joven me era importante tener reconocimientos, el mejor, trabajo, las mejores calificaciones, en la universidad, y que me dijeran muy bien, hiciste algo muy bueno, pero se iba pronto.
Lo que me provoca rechazo es que de manera muy directa me manifiesten rechazo, me ignoren, no me saluden cuando saludad a otros, no me inviten a una reunión que invitan a los demás, o me digan hay perdón no te serví en una comida, me recuerdo que me enojo mucho que en una navidad tendría yo unos 12 o 13 años unos tíos me regalaran un juguete para un niño de tres o cuatro años, y a los demás si les dieran juguetes de su edad y bonitos. En realidad, no me hace daño (sigo siendo el mismo yo) y claro todo está en mis pensamientos de estar anhelante de ser mirado y tal vez eso mismo provoca el rechazo, y me pega, y dura el momento que lo vivo y tal vez un poco más, sobre todo si lo vuelvo a recrear situación que intento ya no hacer.
Desde hace algún tiempo, sé que no necesito de reconocimientos externos, de miradas, que puedo ver lo que sucedió sin magnificarlo, poniéndolo en disección, sin embargo, todavía, cuando vivo la experiencia, en ese momento, puedo sentir la incomodidad en mi estómago.
Se que para mi avidez de reconocimiento y rechazo al rechazo, requiero de Fortaleza, Templanza, amor a mi mismo, así como confiar en que todo es tal cual es, sin embargo, me gustaría tener la fortaleza y la templanza antes de que me pasaran las situaciones y eso no lo he logrado.
Después de la lectura de un libro “la Magia de Rhonta Byene, donde te invita a dar gracias por todo y a través de 28 lecciones que haces diarias, vas agradeciendo por el gua que llega a casa con la similar reflexión que haces en el vídeo, y de alguna manera estoy dispuesto a mirar más allá de lo obvio y dar gracias todos los días por ello.
Normalmente hago muchas cosas de ayuda, es casi mi especialización, supongo que debajo de esa ayuda hay un deseo inconsciente de que se me diga algo o se me mire, antes lo podía ver muy claramente, ahora son más sutiles esos pensamientos.
Me queda claro que no llevo la contabilidad de los beneficios, no espero otro regalo cuando doy algo, y no solo en lo material, un comentario, una guía, un apoyo si estas triste, recomendar un libro, ayudarte a hacer algo, llevarte cosas que necesitas, y muchas veces me repito para bajar mi ego, así como yo he recibido, así doy, y eso me mantiene lejos de sentir vanagloria.junio 23, 2020 a las 10:27 am #13453Gabriel Schutz
SuperadministradorEs claro que tienes una larga experiencia en todas estas cosas, y que has aprendido a reconocer con bastante precisión lo que surge en tu mente y te perturba. Si notas, la avidez de reconocimiento y la aversión al no-reconocimiento son dos caras de la misma moneda. Más que fortaleza o templanza, que son dos de las virtudes cardinales de la antigüedad helénica, aquí se trata de ver claro, ver con perfecta lucidez. ¿Qué tiene que ver contigo lo que alguien piense o diga en un momento, incluso si sus pensamientos o palabras te tienen por referente? Sólo tiene que ver contigo en la medida en que hagas tuyos esos juicios, en la medida en que te identifiques con ellos (yo soy esos juicios). Y sin embargo, todo eso es manifiestamente falso, ¿no es así? Tú no eres lo que otros piensan o dicen. Y esto vale tanto para los juicios “positivos” como para los “negativos”. “¡Oh, Guillermo, ese ser humano maravilloso, un protohombre ejemplar!”, “¡Oh, Guillermo, ese hombrecillo apocado!”. ¿Qué tiene todo esto que ver contigo? Considera esto detenidamente.
¿Cuál sería la impresión cataléptica, filtrada, perfectamente lúcida, sobre un halago o una reprobación? ¿Cómo se percibirían, desde esta perspectiva, esas dos situaciones? Por supuesto, el halago es agradable al oído, la reprobación, desagradable. De acuerdo, puedes experimentar, a nivel sensual (de los sentidos) el agrado o el desagrado, sólo se trata de que lo dejes en ese lugar, como un agrado o desagrado pasajero que no tiene nada que ver contigo si tú no lo concedes, por lo tanto, que ni te daña ni te beneficia. Intenta mantener una atención firme sobre este asunto durante algunas semanas más, anticipándote, de preferencia por escrito, en un cuaderno: “Hoy, cuando me sorprenda ávido de reconocimiento o temeroso de rechazo, recordaré que […] Si recibo un halago, lo tomaré así y así; si una reprobación, lo tomaré de la misma manera… “. Si te das la oportunidad de elaborar diariamente este asunto (no importa que sea repetitivo), anticipándote y generando una respuesta en tu mente que pueda adelantarse a la avidez o aversión que suscitan estas situaciones, en algún tiempo tendrás dominio sobre esas representaciones y ya no te resultarán perturbadoras.
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