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Gabriel Schutz.
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julio 21, 2020 a las 1:02 pm #13936
Ana de los Rios Ibarra
ParticipanteUn primer nivel es hacer a un lado el asunto con el que me obsesiono. “Levantar la cabeza” es una imagen útil. Puede ser una consigna en las anticipaciones. Levantar la cabeza, respirar y recordar que las posibilidades son amplias. En esa primera instancia, puedo llevar mi atención a otro asunto; es decir, distraerme de lo que me obsesiona. En un segundo nivel, puedo retomar el asunto mismo después de haber calibrado mejor mi estado mental. Podría decirse retomar el cauce de la diligencia después de haberme desviado hacia la obsesión. Y revisar. La diligencia es paciente, receptiva y amplia. La imagen del túnel angosto, adjetivo que comparte raíz con angustia, también es útil para cuando me siento obcecada en un túnel. “Levanto la cabeza” y hago el esfuerzo de percibir otras posibilidades, inclusive considero otra perspectiva dentro del mismo asunto.
En cuanto a mi historia actual, el cliente no ha llamado pero el otro interesado sí. Estoy jalando mis riendas para no llamarle al cliente primero como un ejercicio de contención y para sostener la decisión de que la próxima jugada le corresponde al otro, no a mí. Mi mente insistente, regresa una y otra vez a “querer avisarle” que ya ni se preocupe. Pero, ¡no! Permanezco a la expectativa. Uno de los aspectos de una mente obcecada es tomar una decisión y darle vueltas y cambiarla una y otra vez a nivel mental, sin pasar a la acción; o bien, actuar bajo impulso irreflexivo y obtener frecuentemente resultados despreferidos y constatar que lo que estaba en mis manos no lo hice lo mejor posible.
Anticipándome a la llamada por parte del cliente. Quiero anclarme en el lugar de que no hay daño posible. Preguntarle acerca de su proceder, que me ha parecido una desatención, sería un reclamo (apropiarme de lo impropio). Lo hecho hecho está. Será mejor, decirle que en el tiempo de más de una semana cambió mi premura y que pienso que es mejor esperar antes de firmar. Recibo, observo su respuesta preferible o despreferible y me tomo el tiempo para responder. Mientras tanto, avanzo con el que se ha mostrado más interesado que llamará la próxima semana.
La instrucción de los estoicos de escribir reflexiva y dirigidamente para inscribir la psique me parece fantástica. Cuando el punto de partida es una transformación o refinamiento real y concreto de nosotros mismos, creo mucho más factible lograr transmutar nuestra realidad y que resulte lo preferible. Si llega lo dispreferible, pues ya no nos tumba o nos afecta menosjulio 23, 2020 a las 10:20 am #13981Gabriel Schutz
Superadministrador¡Me alegra que la escritura en la línea estoica te esté resultando útil, Ana! Sólo un breve comentario, porque creo que en general estás comprendiendo con claridad de qué se trata este ejercitamiento y vas muy bien.
No se trata de tomar una decisión y aguantarse, como podría ser el caso con este cliente desatento. No lo llamas, pero mueres de ganas de llamarlo y decirle lo que se merece, etc. Ahí no hay paz. Y el asunto es pacificar la mente. En este sentido, el ejercicio será perfectamente eficaz cuando logres darte a ti misma las razones exactas por las que no tiene ningún sentido llamar a este señor. Tus razonamientos deben ser tan precisos, tan contundentes y persuasivos, que, una vez que hayas logrado alcanzar esa precisión, contundencia y persuasión, tu convicción sea total y no tengas ya el DESEO, esto es, el IMPULSO de querer llamarlo. En otras palabras, los razonamientos no tienen la función de reprimir, forzar o contener nada, sino de DISOLVER un deseo por el hecho de revelar su futilidad, su completo sinsentido, etc.
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