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  • #15842
    Claudia Fernandez
    Participante

    1. Solo en la tierra, en su firme quietud, toco mis manos, impasible mi cuerpo
    2. Dentro de mí un pájaro muerto. Miro sus alas, un atisbo al vacío.
    3. Es el tiempo quien observa nuestros pasos. La hierba ahí crece. Lo que has dicho vuelve, se escribe en otra lengua.
    4. Camino. En mis pasos los frutos regresan a su vientre. Los capulines se funden en la tierra. En la mañana escucho un trino y respiro.
    5. Fruto

    #15845
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    No es sencillo adivinar lo que hay detrás de estas metáforas bucólicas, pero lo que alcanzo a reconocer es una mirada de lo cíclico: la tierra como principio y fin, como reposo; el cuerpo como tierra donde, incluso las aves, capaces de despegarse de su inflexible atracción, van a morir ahí; la tierra de la que nacen los árboles que dan frutos que caen en la tierra y que ésta absorbe.

    Hablar de ciclos es hablar necesariamente del tiempo, que aparece aquí como un testigo mudo asociado a la hierba que crece, y esto me recuerda a una cita que hace Kieregaard, creo que de un pastor danés, lamentándose, con él, de no poder escuchar la hierba crecer. Esto sería, supongo, como estar en las entrañas mismas del tiempo, casi rozando lo extemporáneo. Tal vez eso sea también estar en las entrañas mismas de la tierra, ser fruto sin más.

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