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  • #14885

    Dia 1:

    Hoy al levantarme he pensado en lo bien que he dormido.

    Dia 2:

    El tiempo se me pasa muy rápido, a veces no soy consciente de todo lo que he hecho. Caminar y caminar, quizás tengo que parar a pensar.

    Dia 3:

    Todo es un no parar, desde que me levanto hasta que me voy a dormir. Incluso en mis sueños no encuentro quietud. Pero, ¿la busco? ¡Que gran pregunta!, más no quiero entrar a reflexionar. Entraría en una lucha interna y a estas horas de la noche no me apetece entrar. Así, que me voy a dormir.

    Dia 4:

    Al acabar el día, que es cuando escribo, hago un repaso mental de todo lo que he hecho. Me acuerdo del conejo blanco de Alícia, con su reloj, siempre corriendo. Me hace pensar en mí, en el tiempo que pasa, en las cosa que hago y en las que no hago. Pienso en los relojes de cucut, dando la nota, y pienso: ¿algún día te acordarás de no salir a cantar? ¿Qué harías si te quedaras en tu casita?
    El tiempo es efímero, pero más efímero es el momento exacto en que te das cuenta de ello.

    Dia 5:

    Armonía.

    #14890
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Detenerse, ¿para qué? Creo que ésta es la pregunta que asoma a lo largo de los textos, por lo tanto, a lo largo de los días. Aparece de inmediato la constatación de un no-detenerse, ni siquiera en sueños, y quizá el deseo de hacerlo, al menos en el pasaje donde se habla de no enzarzarse en una lucha interna para comprender los motivos de una eventual búsqueda: ahí decides, si no detenerte por completo, al menor dormir.

    ¿Qué hay en el fondo de esa actividad incesante? Caminar y caminar, siempre corriendo: ¿hacia dónde? ¿En pos de qué? ¿O es un huir? Y si es el caso, ¿huir de qué? Son preguntas fundamentales.

    En algunas tradiciones antiguas, detenerse tiene el papel de poder mirar claro: detenerse y (para) contemplar. Séneca el estoico dice en algún lugar que no se puede ver claro en medio de la tormenta (se refiere a la tormenta del “alma”, a la tempestad interior) y exhorta a un aquietamiento, un retiro apacible hacia uno mismo. En el budismo, el sistema tradicional de meditación abarca justamente estas dos palabras: samatta y vipassana, detenerse y contemplar. Contemplar, aquí, tiene el sentido de poder ver con claridad la naturaleza última de lo real, bajo la idea de que sólo así es posible encontrar la paz y el gozo. Esto implica, al mismo tiempo, que, toda vez que no hay claridad, toda vez que vemos las cosas borrosas, con proyecciones, fantasías, ilusiones, etcétera, hay malestar. ¿Pero se puede ver claro sin detenerse?

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