Hace años uno de mis maestros me hizo reflexionar en ¿Qué harías que tuvieras sólo una semana de vida? Al principio dije algo así como… estudiando, leyendo… jajaja ahora me da risa, contesté como queriendo aparentar que todo lo que en esos momentos hacía era super apasionante para mi, obviamente se dio cuenta y me pidió que diera de manera más honesta mi respuesta.
Desde ese tiempo me agradó la idea de tratar de ir por la vida procurando hacer cosas que me hicieran sentir bien y recordar que me voy a morir, pero no en un sentido dramático sino en el sentido de “disfrútalo porque cada día que pasa tu vida se va apagando” me ha costado y me sigue costando trabajo a momentos, ser honesta conmigo y tomar decisiones que me lleven a la situación donde me sienta más plena, creo que esas decisiones justamente son las que más cuestan, soltar algunas cosas y meter toda la energía en otras, siento que a veces mi mente todavía me hace mucho ruido cuando debo tomar una decisión (sobre todo si se trata de un asunto laboral o relaciones interpersonales). Este tiempo que traté de potenciar y tener más presente la muerte, logré sentirme tranquila incluso en un par de evaluaciones que tuve hace un par de días. Sin embargo, esta forma de pensar no sucede igual cuando se trata de perder a un ser querido, en esa parte tengo mucho que trabajar.