fbpx
Viendo 5 entradas - de la 1 a la 5 (de un total de 5)
  • Autor
    Entradas
  • #13058

    Mi Tata

    Mi abuelo materno hablaba horas con nosotros compartiendo sus historias. Tenía una mirada amable, voz hipnótica y, sobre todo, sabía cómo contar aquellas historias. Lo último lo comprendí después leyendo sus libros, tenía un gran oficio de narrador y lo aprovechó para escribir algunos sobre la historia de Sonora. Los más reconocidos se ambientan en el tiempo de la Revolución Mexicana y se centran en la participación de la tribu Yaqui y su padre, mi bisabuelo, en el conflicto.

    El abuelo murió cuando yo tenía 13 años y dejó en mí un vacío infinito y permanente con el que tardé mucho en reconciliarme, 16 o 17 años. Era profesor de secundaria, sindicalista y escritor la recta final de su vida, cuando lo conocí. Muchos lo recordamos como un conversador prodigioso.

    No sé si fuera intencional, pero creo que al momento de su muerte dejó trunco el proceso de enseñarme a ordenar el amor. Hablaba de muchas cosas y yo como esponja quería llenarme de todas: de cine (Ben Hur, Odisea del espacio), libros (García Márquez, Alejo Carpentier), pintura (Miguel Ángel, Da Vinci), historia (Benito Juárez, Ricardo Flores Magón), música (Pérez Prado, Los Panchos); en fin, la vida: los pajuelazos, las matemáticas, la ortografía (un maniático), la visión espiritual de los Seris y los Yaquis (por supuesto) y de su terruño, Esperanza. Tocaba el güiro, hacía pintura, tomaba fotos, grababa (y editaba) video, y todo (TODO) para mí era ineludiblemente atrayente y emocionante. Entonces, justo en ese momento de mi vida en el que estaba absorbiendo de él su entusiasmo se fue para siempre, pero la inercia quedó en mí.

    Me quedó la enseñanza del asombro, el entusiasmo por la vida. He pasado gran parte de mi vida, desde la preparatoria, queriendo saber y hacer mucho (escribir, empezar un negocio, ser ingeniero, hacer ciencia, leer filosofía, dibujar, tocar en una banda, tocar la guitarra clásica, hacer activismo) y, no pocas veces, me he abrumado por sentir como la energía y el tiempo se me escurren como agua de río. Y, claro, con eso ha venido la perpetua sensación de fracaso porque mis capacidades y limitaciones han hecho cierto aquello del ‘que mucho abarca poco aprieta’. Una impresión de mediocridad me alcanza siempre que veo para atrás.

    Entonces, cuando me abruma el entusiasmo y me siento ansioso, vienen a la memoria aquellas tardes en las que mi Tata (como lo llamábamos sus nietos) se sentaba en la sala de la cocina de su casa y dibujaba con nosotros, recuerdo su paciencia y su calma. Trato de imitar aquella calma.

    Mi Apá

    Mi papá es Ingeniero Civil y pasó más de 30 años enseñando en la Universidad de Sonora donde fue profesor de tiempo completo, profesor/investigador y funcionario por un corto plazo. Sé que comenzó joven a dar clases como asistente y que en su carrera dio muchos cursos diferentes hasta terminar especializado en Mecánica de Suelos. Sé también que es buen maestro, dentro y fuera del aula, porque es empático.

    He oído a sus ex-alumnos decir que les gustaba su clase y creo que es porque sabe darle el lugar al otro, nunca fui su alumno en el aula, pero lo fui en casa y eso es algo que siempre le he agradecido y he tratado de ejercitar por mi parte: tener sentido del otro, saber que nada en este mundo es unidireccional y que el otro importa igual o más que lo sea que sepamos o el estatus que tengamos. Creo que él sabe que su función social como padre o como maestro no es ser una autoridad de conocimiento sino un proveedor de herramientas; ser la persona que carga la lámpara para que puedas ver el camino y luego, cuando te ve con confianza, te la pasa para que puedes seguirlo por ti solo.

    Y sin embargo, tiene su lado misántropo. No le gustan las fiestas grandes ni la estridencia. Se retrae en su espacio, toma su cueva y cierra la puerta. En paralelo a su labor de maestro siempre trabajó haciendo estudios de suelos para cimentaciones y ahora, después de jubilado de la universidad, los hace de tiempo completo Así lo recuerdo gran parte del tiempo en casa, sentado en su oficina por horas y horas (incluso de madrugada), trabajando en no sé qué tantos cálculos y reportes. Era difícil (y me arriesgaba a algún regaño) distraerlo de su trabajo.

    También internalicé esa forma de trabajar y a menudo lo lamento porque es muy doloroso no saber cómo distraerte de tu trabajo. Cómo desconectarte. He trabajado en eso desde hace un par de años y he logrado atenuar la violencia del estrés que me llevó al punto de sufrir ataques de ansiedad y un horrible ataque de pánico.

    En gran parte, soy una copia imperfecta de él. No soy ingeniero civil, pero estudié electrónica y, en parte, mi intención de estudiar una maestría y empezar el doctorado que tengo trunco en este momento son decisiones para tratar de imitar su camino.

    También mi gusto por la lectura viene de sus estantes infinitos llenos de libros, muchos de enseñanza e ingeniería; pero también de literatura, de Cortázar (su favorito), de Borges, de Monterroso, su pila de clásicos que nunca leí y su investigación de títulos siempre en progreso. Aunque creo que, como a mí, su interés supera su tiempo y mucho de lo nuevo lo deja en la pila de pendientes y ahí se quedan sin más remedio.

    Muy frecuentemente me sorprendo haciendo sus gestos. Hablando como él. Perdido y buscando cosas que ya tengo, como él.

    #13069
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    En este caso no me centraré en el entrañable retrato que has hecho de tu abuelo, no porque no sea fascinante y esté muy bien escrito, sino porque creo que, como sucede a menudo, lo más importante, o bien no se dice (y en esto se basa la «teoría del iceberg» de Hemingway: un buen cuento es aquel en que no se dice lo más importante), o bien aparece como algo menor, marginal, casi entre paréntesis, muchas veces al final, como un apunte suelto. Es evidente que hay un linaje de varones que pasa del abuelo al padre y del padre al hijo, y ese linaje, tan rico en posibilidades, puede ser una inmensa gracia, como sin duda parece ser el caso en muchos aspectos, pero también puede ser una inmensa carga, como tú mismo admites, sobre todo en relación a tu padre, a su modo de trabajar. Si yo tuviera que decir cuál es la frase decisiva de este texto, diría sin dudar que es ésta: «En gran parte, soy una copia imperfecta de él» [tu papá]. Es una frase que podría pasar un poco inadvertida, quizá a modo de homenaje, pero sería un gran error (un gran error de mi parte) no llamar la atención sobre lo que esto significa. En el mismo párrafo hablas de «decisiones para tratar de imitar su camino».

    Eres nieto e hijo de grandes hombres, pero lo que hará de ti un gran hombre no es imitarlos, sino asumir con plena consciencia la influencia que ellos han ejercido sobre ti, tomando lo que te parece valioso de ese patrimonio, apropiándotelo, modelándolo a tu propia manera, y desechando todo lo que no te parezca valioso, todo lo que tú, por tu propio entendimiento, a la luz de tu propia experiencia, temperamento, etcétera, decidas no continuar. Si te ves a ti mismo como una imitación, no sólo estás destinado a que ésta sea siempre imperfecta (porque en el fondo, imitar es en sí mismo un acto de la mayor «imperfección»), sino que te estás negando la posibilidad de decidir libremente tu propio camino. Todos aprendemos por imitación, eso es claro, se ve de manera evidente con los niños. Pero, precisamente, sólo es una primera etapa de aprendizaje. Después viene la apropiación, el hacer nuestros, a nuestra manera las cosas que hemos aprendido, imprimiéndole nuestro propio matiz; y también viene la desapropiación, el poder desechar las cosas heredadas que no consideramos adecuadadas para nosotros. Cuando, aun siendo adultos, seguimos en una fase de imitación, en general de manera totalmente inconsciente, estamos sacrificando lo más precioso que tenemos, que es nuestra libertad, nuestro albedrío.

    Reconocerse haciendo los gestos de nuestros ancestros es importante, porque en el momento en que tenemos ese reconocimiento, se abre de inmediato la posibilidad de decidir, de manera consciente, deliberada, si queremos mantener ese gesto o no. Si lo mantenemos, está bien, pero entonces ya no es una imitación como tal, es una decisión libre. Y si decidimos que, siendo quienes somos aquí y ahora, decidimos no mantener en adelante este gesto, este modo de hacer algo, etcétera, indudablemente estamos quitándonos de encima un condicionamiento, algo que pudo quizá ser de ayuda durante un cierto periodo, pero que, eventualmente, se volvió una limitación o una carga.

    Me tomo la libertad de comentar todo esto, en la quinta y penúltima semana de este espléndido proceso que estás haciendo, precisamente porque ha sido espléndido, porque sé que en el cuarto piso de ese edificio de apartamentos de clase media de la ciudad de Guadalajara, hay un hombre sensible, un hombre que pagó quizá un costo importante por haber estado tan envuelto en sus ocupaciones años atrás, cuando se mudó a Guadalajara con su pareja, un hombre, en fin, que atisbó su no-cabeza en el reflejo de la ventana; quizá ahí hubo algo de la sabiduría yaqui que tu abueló exploró, pero ya no es tu abuelo, ya no es tu papá, ahora eres tú, es tu cabeza y es, sobre todo, tu no-cabeza, esa «Gran Cabeza» (Gran Mente) mayor que nuestra pequeña mente, llena de condicionamientos que nos impiden ser libres.

    Te envío un afectuoso saludo.

    #13070
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Pd. Cometí un error al hablar de un linaje de varones, porque ahora, releyendo el texto, veo que hablas de tu abuelo materno. (Aun así creo que hay un linaje de varones, no importa que no sea por una línea sanguínea ininterrumpida).

    #13075

    Estaba a punto de huir de contestar esta retroalimentación, que te agradezco como todas las que has tenido en este curso por una cosa en especial: su sustancia. Y estaba a punto de huir porque creo que has dado en el clavo, y en uno que ha estado enterrado desde hace tiempo y me molestó de principio verme tan reflejado.

    Sin duda he estado siguiendo un camino que creo mío, y lo es, por supuesto, pero ha estado condicionado por imitaciones o incluso compensaciones (hacer un doctorado cuando mi papá no pudo hacerlo) que he cargado semi-conscientemente y que me pesan negativamente al momento de valorarme como persona porque en última instancia ¡no son mías!

    A este punto este curso es uno de esos casos en los que haces algo que te transforma sin esperarlo y es que no esperaba este nivel de compromiso y detalle de tu parte. Gracias de nuevo. ¡Saludos!

    #13076
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Yo sé que es duro verse a veces reflejado de un modo que a uno le disgusta. Me tomé este atrevimiento por lo que digo en el último párrafo; porque sabía que, aunque el trago pudiera eventualmente ser amargo, lo tomarías por el lado provechoso, como de hecho hiciste. Ánimo, tienes unas condiciones magníficas y una gran valentía para mirarte a ti mismo. Yo sólo trato de “mostrar” un poco más de cerca esos reflejos que la escritura revela. Y eso es lo maraviloso de escribir.

    Es en verdad un enorme gusto acompañarte en esto. Aquí estoy.

Viendo 5 entradas - de la 1 a la 5 (de un total de 5)

Debes estar registrado para responder a este debate. Login here