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  • #16017
    Juan DavidJuan David
    Participante

    El Lugar (autoretrato)

    Tan efímera, pero tan exuberante… esa creo que es la vida. Una eternidad en un instante. Un segundo apoteósico. Un relámpago en el cosmos. Un latido infinitesimal. Un suspiro inquieto y travieso.

    La eclosión de la vida en El Lugar, el momento fundante, no estaba en la memoria ni en los vestigios del Lugar. Tampoco en las primeras huellas que surcaron esta tierra. Ciertamente, capas de nieve y niebla lo salvaguardaron. Pero poco a poco una primavera emergía con potencia; con lentos deshielos tornándose en agua y luego en linda vegetación. Afloró, tenue, la vida, sensible al ambiente, pero en irrefrenable marcha.

    El paisaje se fue despejando más, y permitió contemplar un Lugar primigenio, alegre, tímido, cotidiano, armónico con el devenir de su ser interior.
    Algunas tormentosas nubes, lentas, somnolientas, transitaron por este Lugar…, más la vida se nutrió de ellas, y ellas luego pasaron.

    Cuando las plantas, los árboles y sus frutos, y la fauna y las flores se acercaban a su desarrollo, las tormentas —muchas eléctricas— se hicieron más frecuentes. Inicialmente, la lluvia nutrió el suelo, y el agua discurrió; pero con la reiteración atmosférica, la bella exuberancia quedó pronto desbordada por las descargas de los cumulonimbus.

    Los arbustos, matorrales y flores se sobresaturaron, quedando débiles, sin vigor, achaparradas contra el suelo. Las hojas y tallos caídos, esparcidos, con el tiempo se descompusieron, emitieron olores extraños y ayudaron a empantanar el lugar.

    La vida estaba amainando. El solitario Lugar, ya de colores desvaídos, a veces parecía recobrar su hálito hermoso cuando el clima parecía ser más clemente. Sin embargo, el tiempo impelía al Lugar a decaer una y otra vez.

    Era un Lugar inestable, movedizo. Un día, una tormenta como nunca antes había sido vista descargó su fuerza natural, y colosal, sobre el Lugar. Las copiosas lluvias, poco a poco, rebasaron las plantas y los troncos, y formaron sendos lodazales que con fuerza incontenible quebraron unos diques de roca que bordeaban el lugar. Las barreras colapsaron, y todo el material, acumulado durante la primavera, se irrigó colina abajo como un alud catastrófico.

    Cuando el verano iniciaba, en El Lugar parecía reinar la desolación. Por los sitios donde el terreno se quebró, surgieron varios riachuelos. Lentamente la vida empezó a manar de los rescoldos y aberturas. De los troncos caídos brotaron nuevas plantas. El viento oxigenó el Lugar, y las flores le aportaron un vaho aromático y renovador.

    Poco a poco el suelo recobró su esplendor, y fue cicatrizando. Los arroyos habían dado paso a ríos, que permitieron de forma muy lenta y parsimoniosa el drenaje del Lugar. Con el agua iridiscente, aparecieron los peces, y al poco tiempo aves, mariposas y mamíferos transitaron por allí. Las flores siguieron desplegándose, y ya se podían observar algunos frutos crecer entre los árboles.

    Distintas tormentas arreciaron el Lugar, pero algo había cambiado en su relieve, pues las inundaciones y lodazales tenían menor calibre, y fueron siendo de menor duración. Del barro, seco por el sol, manaban pequeñas hierbas y tréboles. Y pronto el lugar se pobló de suculentas, yerbabuenas, mentas, rosas, y muchas otras plantas que daban al Lugar un aspecto sosegado y sereno.

    De noche, la luna brillaba en ondas, arropando con sus destellos a la tierra, las plantas, flores y aguas mansas. Nunca había habido tantas luciérnagas. Era un lugar apacible, pese a algunos aullidos nocturnos. Las nubes grises durante esta estación le dieron una belleza especial al Lugar, convirtiéndose en una parte importante y necesaria del paisaje.

    Hacia inicios del otoño, El Lugar poseía un denso y terso follaje. Pronto la vegetación empezó a cambiar de colores, lentamente. Las hojas y los tallos, surcados por las líneas del tiempo, se veían nobles a la vista. Lucían como dotadas de una sabiduría silenciosa. Algunos árboles mostraban unas frondosas raíces a sus pies; y a su lado, en el suelo, algunos pétalos, hojas y frutos caídos se reencontraban con su momento originario.

    El paso del viento componía sedosas sinfonías al acariciar las ramas, hojas, pastizales y las rocas. Antiquísimos sonidos se producían entre los árboles, navegando, y agitando la vida misma en relajantes ires y venires. Era un viento fresco, templado, que iba arrullando el follaje amarillo, rojo y café, hasta conducirlo a la tierra, o a los ríos, donde eran arrastradas hacia un nuevo viaje.

    Muchas nubes habían pasado y se habían marchado. Muchos animales vivieron sus ciclos en el lugar, y se alejaron. Muchos árboles habían fenecido, producto del paso natural de las horas, días y semanas, aunque habían dejado una huella para siempre, en forma de surcos en el suelo, retazos de raíces y en los nuevos brotes de los alrededores: son su historia.

    Nada muere en El Lugar. Todo es parte de algo. Todo es proceso de algo y para algo.

    La caída natural de la vegetación fue señalando, paulatinamente, el cambio de estación. La vida del Lugar se tornó más lenta, meditabunda. El follaje amenguó, y las nubes fueron dominando el cielo, mientras los copos y capas de nieve fueron sumiendo en el frío al corazón y el calor del lugar. El río, de parsimonioso caminar, cesó de fluir con el tiempo. Pero allí, tras el lugar, otras vidas hicieron su aparición. El invierno había llegado. Silencioso. Imponente. Definitivo.

    Pero en El Lugar todo es parte de algo. Todo es proceso de algo y para algo. Todos somos El Lugar, y somos en él y a través de él.

    Muchas gracias por todo, profesor.

    • Este debate fue modificado hace 2 semanas, 6 días por Juan DavidJuan David.
    #16020
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Tomaste una decisión interesante y riesgosa: en lugar de valerte de la analogía de las estaciones de la vida y describir tu vida, dividida de este modo, te quedaste en la literalidad y humanizaste, por así decir, la naturaleza. Tienes una capacidad descriptiva fabulosa, porque no es sencillo describir las variaciones de la naturaleza como lo has hecho. Hay algunas “humanizaciones” hermosas: “Lucían comoo dotados de una sabiduría silenciosa” (otoño), “La vida del lugar se tornó más lenta, meditabunda” (invierno). Digo que la decisión que tomaste es riesgosa, porque no es fácil referir una vida humana a través de los ciclos de la naturaleza y se corre el riesgo de que todo se vuelva demasiado abstracto, cosa que en cierto modo sucede, pues el lector no puede saber demasiado de cómo fueron tu infancia y adolescencia o tu juventud, como serán tu madurez y vejez, salvo en sus determinaciones más generales. Pero creo que el riesgo valió la pena por la belleza con que has descrito las cuatro estaciones del Lugar y por la idea misma de lugar, que me recuerda a la idea budista de que cada cosa, cada ente, no es algo separado de lo demás, sino, al contrario, el punto de encuentro de condiciones siempre mudables; es decir, que no hay una sustancia, un yo, sino un plexo de condiciones que se encuentran y tú le llamas a ese plexo el Lugar.

    Te felicito una vez más por tu gran capacidad literaria y el por el modo original como abordaste este último ejercicio.

    Ha sido un placer acompañarte en este curso. Si te interesa tomar algún otro, eres muy bienvenido. El de estoicismo también pone en juego la escritura y mi lectura y retroalimentación.

    Quisiera pedirte que, si te gustó el curso, pudieras dejar un comentario (review), refiriendo brevemente tu experiencia. Al final de material se dice cómo hacerlo.

    Te envío un afectuoso saludo y sigo a las órdenes en lo que pueda apoyarte.

    #16021
    Juan DavidJuan David
    Participante

    Hola, profesor Gabriel. Muchas gracias por las observaciones. Estoy muy agradecido contigo. Fueron unas semanas de muchas reflexiones, aprendizajes y conocimientos. Realmente el curso lo tomé en un momento muy particular de mi vida. Me quedaron muchas ideas valiosas que estoy intentando poner en mi día a día y ya estoy realizando algunas de las lecturas que me sugeriste, y he podido conocerme más, sentirme más tranquilo, ver algunos aspectos de mi vida desde otras aristas y sentirme parte de lo demás. Siento que he hallado en la escritura un refugio muy hermoso y caluroso. Muchas, muchas gracias por todo,

    Espero poder tomar otro curso muy pronto,
    Saludos,

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