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Viendo 2 entradas - de la 1 a la 2 (de un total de 2)
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  • #15200
    Rolando Picos Bovio
    Participante

    Hoy he aplicado la técnica de no angustiarme demasiado por las cosas. Quizás en parte esta preocupación excesiva por la visibilidad o la ausencia de respuestas a mis clases sea la proyección de otra cosa, más profunda, que refleja una inconformidad anterior a las formas en que he vivido, quizás me exijo demasiado a mi mismo. Debo pensar mejor en cómo me reconstruiré en la fe pedagógica en el momento que pueda ser posible cierto grado de presencialidad. He decidido, aparte de mis obligaciones de lectura, dedicar un tiempo a lecturas de gozo o de placer. Sentarme en el sillón y, aunque los ruidos externos no cesen, tratar de vivir con felicidad esos pequeños momentos.
    En el asunto pedagógico no he asumido la indiferencia, pero sí, en cierta medida, dejar de luchar guerras sin sentido contra la pantalla.

    #15207
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Creo que aquí te estás acercando más al corazón del asunto: ¿cuál es la fuente última de esta sobreexigencia sobre ti mismo? Mira esto con total claridad, sin contarte historias ni enredarte en conceptos sofisticados. ¿Qué buscas con este esfuerzo que tú mismo adivinas excesivo y que se relaciona con el título de tu publicación anterior, es decir, con el deber? ¿Deber hacia qué o quién? ¿La aprobación de qué o quién (y esto es algo simbólico) está en juego aquí al punto de estresarte y restarle gozo a tu actividad docente? ¿Por qué el gozo y el placer deberían estar en otra parte y no aquí?

    No se trata de forzarse, voluntariamente, a “no angustiarse demasiado por las cosas”; se trata de que puedas comprender el origen de esa angustia y disolverlo. Las preguntas anteriores buscan encaminar tu reflexión en ese sentido.

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