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  • #14179

    El olor del arándano me sorprendió, nunca había olido uno con cuidado. Demasiado agrio al olfato para ser tan dulce al gusto.

    Cuando me esfuerzo por poner atención, algunas veces llega la sorpresa, ¿o debería decir el asombro?

    Creo que es porque más que poner mi esfuerzo en usarla, pongo esfuerzo por guardarla para “situaciones importantes”. La regateo y la cuido mucho. Aunque claro está, la atención se guarda; pero el tiempo fluye igual y las cosas importantes siguen ocurriendo (se anuncian menos de lo que me gusta pensar).

    Siempre me asombra la riqueza del momento, el universo que pasa bajo nuestras narices y detrás de los párpados. Siempre tan silenciosamente rebosante y pleno.

    Gracias por el ejercicio, me ha servido de filoso recordatorio.

    Saludos!

    #14180
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    ¡Carlos, qué gusto volver a leerte!

    Sorpresa, asombro, pasmo, perplejidad. Los griegos tenían una palabra para todo esto: thauma (de ahí taumaturgo). En realidad, el thauma no es sino la perplejidad y el asombro que instigan a querer saber, por lo tanto, la constatación de un no saber. De ahí, dicen Platón y Aristóteles, nace la filosofía. Uno no sabía que el arándano podía oler de ese modo, se asombra y se pregunta, quizá, cuántas otras cosas no sabe, aun creyendo saber (la vida de Sócrates puede verse como una cruzada en este sentido: hacer ver que uno no sabe lo que creía saber).

    La atención, ¿exige esfuerzo? No estoy seguro de eso. Sin duda, exige una cierta concentración, o, como se dice en el zen, unificación de la mente. Eso es lo que busca también el ejercicio del arándano. A primera vista, parece que hay esfuerzo, pero me pregunto si esto no es más que nada por contrarrestar los hábitos de desatención o dispersión que hemos cultivado. Cuando un niño pequeño está concentrado en algo, no parece haber esfuerzo allí. Es una concentración “natural”. Pienso también en la escritura, o en frases oídas aquí y allá de algunos pintores. Hay una cierta disposición peculiar en la que se puede estar profundamente concentrado, atento, sin que medie ningún esfuerzo, en todo caso sin que haya un esfuerzo de la voluntad. Cuando uno escribe inspiradamente, con plena concentración, hay una desenvoltura tan grande que el tiempo corre sin que nos demos cuenta, y a menudo eso no trae la menor fatiga.

    Recuerdo también la idea taoísta del wu wei: la acción sin acción, o sin esfuerzo, la acción totalmente espontánea, que brota de una disposición natural, desenvuelta, pero al mismo tiempo sumamente atenta.

    En fin, son algunas ideas que me ha traído tu comentario. Es una alegría tenerte por aquí otra vez. Que disfrutes el curso, Carlos, que te sea provechoso.

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