- Este debate tiene 1 respuesta, 2 mensajes y ha sido actualizado por última vez el hace 2 años, 10 meses por
Gabriel Schutz.
-
AutorEntradas
-
mayo 8, 2020 a las 4:23 pm #12876
Daniel Granados
ParticipantePara la meditación de la mañana, mientras camino hacia el metro, doy gracias a mis piernas por llevarme, a los árboles por darme oxígeno, al sol que da vida a lo animado en este planeta, etc. Cuando algún enojo surge en mi cuerpo, algunas palabras que traigo a la mente son “afortunadamente tengo piernas con las que aún camino”, “estoy vivo y por ello soy capaz de sentir enojo”, “si hoy muero, no quisiera morir enojado”. Con esto, la experiencia cambia. De igual forma, me recuerdo que es impermanente (anicca) para aceptar eso que surge. No obstante, he encontrado un tanto más difícil esta práctica en el actual confinamiento, mi hipótesis es que todos los días parecen igual y de pronto un cambio en los estímulos ayuda a recordar que es impermanente y que se pueden hacer muchas cosas más (además de sufrir). No es igual que un retiro Budista, porque si bien puede ser “repetitivo”, uno se encuentra meditando desde que abre los ojos en la mañana y hasta que los cierra por la noche. Acá no: hay que preparar la comida, atender la videollamada en zoom, preparar materiales de trabajo, etc.
En relación a la muerte, en las pasadas semanas mi madre cayó enferma (quién sabe si fue COVID-19) y durante ese tiempo, si bien había angustia, entender que aquello que está sujeto a la muerte morirá en algún momento, ayudó mucho a la aceptación. Fueron gratos y agradables los momentos que pasé con ella, pero todo tiene un fin; sentía que podría manejar esa situación (afortunadamente no le pasó nada). Sin embargo, siguiendo con la exploración encontré algo que podría provocarme mayor sufrimiento: el hecho de no despedirme de ella. De alguna forma entendía que ella podría morir pero noté que no hacer un funeral (en tiempos de COVID-19), lo encontraba perturbador. Me preguntaba si es un apego a una idea de poder decir adiós, que aunque de forma fría y muy racional, no me escucharía o se percataría del adiós. En fin, así se encuentra mi mente en este momento, sigo explorando.mayo 9, 2020 a las 6:49 pm #12906Gabriel Schutz
SuperadministradorEs interesante todo lo que expones aquí. De un lado, la relación entre muerte y gratitud. ¿En qué radica esa relación? Tengo para mí que la gratitud es exactamente la llave que transforma la sensación de pérdida, la percepción de lo que ya no estará, por el aprecio de haberlo tenido. Es una operación alquímica de la mente: convertir el dolor en gratitud.
Es cierto lo que dices: cuando hay un “cambio en los estímulos” se muestra más patentemente la impermanencia (la ley del cambio), que cuando los días no acusan sobresaltos. Pero estrictamente hablando, aunque los días puedan tener, en apariencia, un aspecto menos variado, son marcadamente distintos unos de otros, sobre todo porque nosotros somos distintos, a pesar de que en lo grueso todo pueda parecer más o menos igual. ¿Cómo captar eso? Sólo hay un modo: estando más atentos a la trama fina.
Por último, es toda una conquista que te sientas preparado para manejar una situación de duelo con tu mamá. Y me parece totalmente razonable la necesidad de una despedida ritual. Un funeral es exactamente eso, creo, y hasta donde veo no es algo frío y racional, al contrario, es darle una investidura simbólica a uno de los grandes eventos de la vida: la muerte. Ahora bien, asumiendo la muy humana y, por lo tanto, muy razonable necesidad de simbolizar los eventos significativos (en eso consiste ser humanos, pienso en Jung), quizá sería interesante pensar si hay modos alternativos de generar alguna forma de ritual, que cumpla cabalmente con esa necesidad, incluso si no se hace en las condiciones de un funeral “normal”. Esto sería adaptarse a las condiciones efectivamente existentes, sin perder de vista los aspectos fundamentales.
-
AutorEntradas
Debes estar registrado para responder a este debate. Login here