Sabiendo que hoy tengo que dejar este cuerpo, esta vida, me preparo para mi viaje o mudanza, analizo qué necesito llevar conmigo, y con horror me doy cuenta que es un viaje al que no puedo llevar nada, nada, ni siquiera me puedo llevar a mí misma. “mí misma”… ¿quien es?, ¿existe? ¿de qué está hecha? Son mis pensamientos, mis ideas, mi identidad, mis emociones?. Y todo eso no lo podré llevar a mi viaje. Tengo mucho miedo. Por primera vez en mi vida tengo miedo de morir. No sé porqué desde niña el hecho de morir me produce atracción, será porque viví siempre frente a los muertos, me gustaba imaginar cómo sería morir, es un tema recurrente en mi imaginación y en mis sueños, incluso por algún tiempo tuve ideaciones suicidas en mis crisis depresivas, luego en mis terapias descubrí que era un afán narcisista por ser notada, vista, extrañada. Hace poco leí “El libro Tibetano de la vida y la muerte” y suponía que estaba preparada para morir. Sin embargo ahora me doy cuenta que he visto siempre la muerte desde un enfoque romántico y egótico, imagino que yo seguiré existiendo, qué seré YO, la que viajará por el bardo de la muerte, qué iré ahí con toda esta identidad que ahora tengo y que renaceré siendo YO en otro cuerpo. En estos días que he meditado sobre mi propia muerte, pude darme cuenta que a ese viaje no iré YO, que tendré que dejar todo lo que creo ser, a ese ente llamado “mí misma” , de pronto me da terror desprenderme de todo, puedo ver lo aferrada que estoy a mi identidad; a mis pensamientos, creencias, emociones, etc; pero también me siento liberada del estorboso y pesado concepto de mi YO que he creado.
Pienso entonces que desde esta perspectiva, que haría hoy si este fuera el último día de mi vida, ¿despedirme? Hacer algo especial? Escribir para alguien? Dejar instrucciones sobre ultimas voluntades? Todo eso, son cargas de la maleta, me doy cuenta que en este viaje no se trata de llenar, sino de vaciar la maleta. De modo que decido dedicar este mi último día para vaciar la maleta, para revisar lo que hay en ella, y dejarlo ir con amor y agradecimiento, hasta que no quede, hasta que incluso entregue la propia maleta.