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Gabriel Schutz.
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febrero 1, 2021 a las 3:48 pm #15118
Karen Lhoman
ParticipanteVivo en una gran ciudad, rodeada de edificios, casas, comercios y pocos muy pocos arboles o paisajes, así que, al pensar en una ventana donde pueda reflexionar me resulta poco atractivo. Al frente de mi casa hay un edificio, amarillo, similar al lugar donde donde vivo, mismo color, mismas ventanas…
a los lados un edificio mas y de las mismas características, y atrás otro edificio, pero este diferente, blanco, con ventanas negras, es otro estilo de estructura y fachada; así que por donde busque lo único que veré son edificios, finalmente me decido por la ventana frontal. Al posarme en ella, pienso, que podre ver aquí durante cinco días, todo es igual, no pasa nada, de pronto observo que llegan los habitantes de un departamento, una señora algo mayor, acompañada de un chico, tal vez su hijo, platican, se ríen, no se percatan que son observados por mi; llevo pocos minutos, tal vez tres y ya no se que mas mirar, de pronto elevo la mirada al cielo, están las nubes que son arrastradas por el viento, son diferentes, algunas pequeñas, otras grandes, forman figuras tal vez de animales u objetos, viene en grupos o bien separadas, como si aquella que esta sola no tuviese cabida en aquel grupo. Pasa el tiempo sin darme cuente y tengo que dejar mi ventaja que hoy me mostro un instante de la vida.Al pasar los días me descubro con la necesidad de seguir mirando por la ventana, aunque creo que cada día será igual que el otro, sin embargo, al final de la semana descubro no es así, que cada día me regala un instante de vida, no solo mía sino del universo también.
Al pasar los días veo que las nubes siguen ahí, a veces me pierdo entre ellas, mirándolas y creo poder alcanzarlas, como cuando niña tocaba un algodón de dulce y lo jugueteaba ente mis dedos, sintiéndolo suave, esponjoso, pegajoso y luego, al llevarlo a mi boca se deshacía poco a poco, quedando solamente su sabor… y así quisiera sentirlas o bien correr tras ellas, como si estuviese en una ladera y fuera tras ellas, brincando para tocarlas, pero ellas cada vez mas veloces, se ríen de mi. Y así, pasan los días y yo juego a platicar con las nubes a diario, a veces me interrumpe el sonido que proviene de las voces de los vecinos, pero no estoy segura de querer oírlas y vuelvo la mirada al cielo, para contemplar su inmensidad y la pequeñez de la humanidad, de mi humanidad, de mi existir.
Estos momentos de ensimismamiento me llevan a pensar que tan pequeño puede ser el humano ante la grandiosidad del universo, pero si somos parte del universo, entonces también somos parte de esa grandeza?, tendremos esa magia que impresiona a quien lo admira? o bien solo somos una pequeña molécula que se pierde en la inmensidad de la vida y que solo somos eso que en este momento podemos ser.
Hoy me doy cuenta revelador que un instante puede ser aun cuando resultara de poco interés, con poca importancia, puede llevarme a reconocer lo efímera que es la vida si no nos percatamos de que estamos en ella, en un momento.
febrero 4, 2021 a las 12:53 pm #15149Gabriel Schutz
SuperadministradorQué bueno todo lo que descubriste aquí, Karen. No son asuntos menores: que lo aparentemente monótono, presenta siempre una riqueza insospechada; que esa riqueza está en parte en las variaciones que sufren todas las cosas, de las que las nubes, por su propia evanescencia, son un ejemplo eminente, pero también y sobre todo en tu propia mirada, en la imaginación, en la actitud curiosa, en la posible historia que podrías trazar de la señora mayor y el chico joven, en las asociaciones, como la que hiciste entre las nubes y el algodón que comías de niña y de ahí al recuerdo, a la memoria, volver a ser por un momento niña, mirando por la ventana; y también la riqueza de la reflexión, de la humildad ante lo magnánimo del universo, que sólo puede apreciarse si lo observamos, la pregunta sobre nuestra dimensión: ¿somos esta cosa pequeñita? ¿somos el cosmos de alguna manera? Estas preguntas estaban en cierto modo más o menos cifradas en tu texto anterior, pero aquí adquieren mayor profundidad.
Me gustó mucho leer todo lo que viviste y pensaste frente a esa ventana que parecía anodina y te reveló un mundo. Que no se quede aquí. Que la capacidad de observar, de detenerse y contemplar aun lo que no parece digno de ser observado siga más allá de este ejercicio.
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