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  • #12514
    Lorena Carrillo
    Participante

    En el ejercicio de atención plena pensé con particular atención en las distintas texturas de la pasa y en las gradaciones de sabor de su jugo que cambiaba cada vez que hundía mis dientes en ella. También llamó mi atención la manera en que cada tipo de diente hace una mordida distinta, partiendo en dos o sólo aplastando. La textura de las pequeñas semillas me resultó muy peculiar.

    Me sorprendió el cambio en el ritmo de mi respiración y como uno no suele experimentar con el rango de alcance del olor de algo. Por lo general uno huye de un olor o lo persigue y punto.

    No pude dejar de preguntarme: ¿y si comiera así más a menudo? Sobre todo mis alimentos preferidos como el chocolate y la fruta? ¿Qué pasaría si de vez en cuando le prestara tanta atención a otras actividades? Esto en lugar de hacerlas de prisa, con la expectativa de terminar y de comenzar ya con la próxima tarea que se me presente.

    #12523
    Gabriel Schutz
    Superadministrador

    Claro, ésas son justamente las preguntas que siembra este ejercicio, porque deja de manifiesto, con una experiencia muy sencilla, que el asunto no está tanto del lado del “objeto”, sino de la disposición con que vamos a su encuentro. Y eso vale para todo.

    Una cosa interesante de tu texto es ésta: “pensé con particular atención en las distintas texturas…”. Cuando hay atención plena, en ese momento no hay un énfasis reflexivo, un yo que piensa que esta uva pasa tiene una textura así y asá, sino que la experiencia se manifiesta, por así decir, desnuda. No hay reflexión, desdoblamiento, sino una experiencia unitaria, integrada.

    Me alegra mucho que te haya interesado este primer ejercicio, Lorena.

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