Tal vez, parte de lo que se juega en el texto es la ventana como frontera entre el yo y los otros (lo que podría decirse también de la piel como frontera y contacto entre el cuerpo propio y el resto del mundo). Los otros, a veces un poco anodinos, cambiantes e iguales, rutinarios, casi mecánicos y uno mismo, una misma, tú, que al final te sientes parte de eso. También me parece adivinar un asunto relativo a la diferencia y la repetición, o más precisamente, a la identidad y el cambio. Las formas de las nubes son también un modo de ver que todo es forma, por lo tanto, que todo cambia incesantemente, y sin embargo, se verifica una especie de continuidad. Tema filosófico fundamental: ¿hay en nosotros algo esencial, permanente, un núcleo sólido que podríamos llamar “alma” o no hay tal cosa y somos como las nubes?