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Gabriel Schutz.
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abril 7, 2022 a las 4:22 pm #15752
Román Ochoa
ParticipantePrimavera
La primavera de mi vida fue una etapa con mucha energía, descubrir al mundo era una aventura que la mayoría de las veces me sobrepasaba, el mundo era apabullante, todo tan rápido y cruel, ¿Por qué hay gente pidiendo comida? ¿Por qué hay perros atropellados? ¿Por qué el mundo es destruido por culpa de los seres humanos?
Prefería vivir en la fantasía, la religión católica era mi consuelo, era el barco que me sostenía en la inmensidad de la marea a donde sea que me llevara era preferible a tener que nadar por mi cuenta. Prefería vivir retraído en con mis amigos y familia, conocer nuevas personas me intimidaba, salir a lugares concurridos era un estrés constante. El calor del hogar era el mejor sitio para vivir.Acercándome al verano, mi barco quedó reducido a una balsa de náufrago gracias a que comencé a estudiar Filosofía. Casi teniendo que abandonar la balsa para aceptar ser tragado por el mar, llegó, en una tabla, una nota de otro náufrago llamado Ernst Jünger: “Sentía como a la par que crecían nuestros estudios crecían también las fuerzas que nos permiten afrontar los fogosos poderes de la vida y dominarlos y conducirlos como caballos por la brida”. Fue de las primeras piezas que utilicé para volver a construir un barco. Por fortuna, Julio Verne me regaló una vela con la frase “La suerte favorece a los valientes” Así comencé a escoger rutas que creí adecuadas.
Verano
El verano lo dediqué a construir un barco robusto, que pudiera sortear los tiempos adversos, pero de tal modo que tuviera respeto por el mar infinito. Las lecturas de filosofía, novelas e incluso las platicas con personas que conocía en la travesía aportaban una tabla para mi barco. Aunque no fue tan fácil, a veces el mundo me parecía tan pequeño que actuaba con vehemencia y temeridad, y la solas se encargaban de darme un recordatorio de humildad y respeto.
Algo que recuerdo mucho en esta etapa es que en veces por concentrarme en construir el barco que quería, perdía de vista el asombro por el mundo. Fue entonces que decidí que un mástil estuviera hecho de ese sentimiento de “religare”, el otro mástil estaría formado por lo que quiero lograr respecto a lo que me gusta y motiva a crear. De esta forma podría conjuntar lo azaroso del viento y la voluntad del timón, para así moverme, sin perder consciencia de que esos dos mástiles que están sujetados al barco son los que me permiten tomar impulso.
El barco quedó con un diseño muy de mi agrado, pero acercándome al otoño, comencé a darme cuenta de que las tablas seguían llegando y embonaban bien con las que estaban, lo cual me hacía preguntarme qué tan grande quedaría el navío varios años después.Otoño
Así pasaba el tiempo y de pronto cambiaba algunas tablas viejas que habían perdido fortaleza, sin embargo, no todas ellas necesitaban ser cambiadas, algunas tomaban más fuerza con el paso del tiempo, y destinaba algunas otras para hacer adornos a la nave.
Después de tantos años, agregar tablas al barco era una rutina fluida y placentera. Me hubiera gustado adquirir esa fluidez y gozo en la primavera, pero mucho se dice que uno tiene que trabajar con esfuerzo para construir su futuro, como si fuera un hechizo sobre la juventud. Ni modo se aprende haciendo y ahora estoy disfrutando el viaje de una forma distinta.
El recorrido en conjunto con amigos y familia que hicimos hasta este momento fortaleció la cercanía y me gusta existir con ellos, aunque sigo disfrutando mucho los viajes conmigo mismo. Me gusta llevar tablas a bordo y dejarlas en el camino, me agrada la idea de que a alguien le puedan servir de algo. Es como todo, nunca sabemos hasta donde repercuten nuestras acciones, nunca sabemos cuan profundo llegamos a la mente de una persona cuando conversamos con ella.
Procurar a “lo otro” que nos rodea es parte de recuperar el balance por aquello que consumimos a nuestro paso. Además eso otro somos nosotros mismos, soy el oxígeno creado por el árbol, soy el árbol alimentado por la tierra y el sol, soy el sol, me difumino entre todo lo que soy, soy todo y nada.Invierno
Mucho se dice que en la vejez la fuerza no es la misma, que habrá que procurar nuestro futuro para poder vivir porque no podremos trabajar. Pero, en este sentido, me gusta observar y buscar las excepciones a la regla, personas con más de setenta años que aún tienen fuerza y su llama vital sigue encendida como la de un animal viejo. Estos seres, que se saben con poco tiempo para petatearse, siguen recorriendo grandes distancias y consiguiendo su propio alimento.
Así fue mi invierno, aún tenía fuerza para seguir creando y compartinendo, para seguir navegando. Lo vivido en esta etapa sabía un poco diferente, ponía más atención en lo vivido así como cuando prestamos más atención al último bocado de una comida que nos gusta y lamemos el plato para obtener hasta la última pizca de sabor, puesto que no habrá más en un buen rato o bien porque estamos satisfechos y no podemos comer más poniendo como límite lo que estaba servido en el plato. Así sentía que vivía las últimas experiencias, o porque estaba saciado o porque sabía que era de lo último que probaría.
Como sea, quise compartir en este mundo lo que me desbordaba de alegría, fuera conocimiento, comida o tiempo. Quise crear con amor lo que me nacía de las manos, la mente y el alma. Ojalá que mi barco pueda convertirse en abono para un árbol, y participar de la sombra a la que puede arrimarse una persona con la intención de recuperar fuerza para seguir su viaje.abril 11, 2022 a las 10:34 am #15753Gabriel Schutz
SuperadministradorPor lo visto, desde muy temprana edad tomaste consciencia de la realidad del sufrimiento y la necesidad de un refugio o, como se dice en budismo, un vehículo para atravesar “el río del dolor”. Además de la mención explícita a la palabra “religare”, tu búsqueda, tu cimiento, tu sed es la de un hombre religioso, o espiritual, que a mi parecer son lo mismo (toda vez que no se confunda la vocación religiosa y la auténtica búsqueda que ella implica con las religiones en sentido institucional). Las estaciones de la vida son, en este sentido, una construcción de ese vehículo, un refinamiento de su hechura y su rumbo, también una inclusión de los otros en tu barco. Pero puede ser importante clarificar la cuestión del rumbo. ¿Hay un rumbo? ¿Hay un lugar al que apuntar la proa? ¿O es que uno ya está allí donde tiene que estar y el asunto es, precisamente, como señalas en algún lugar, darse cuenta, no intelectualmente, sino de manera muy vívida, que somos también el sol, la lluvia, el viento, en suma, el punto de encuentro de un conjunto de condiciones, el “espacio vacío dejado por el resto del universo”. ¡Budismo puro!
En el antiguo budismo (theravada), el vehículo es una balsa en la que viaja uno mismo; el punto de partida es Samsara (el mundo del deseo y la errabundia, el mundo del sufrimiento) y “la otra orilla” es Nirvana, la extinción del sufrimiento, el fin de las ilusiones, la lucidez completa. El budismo posterior le llamará a este budismo temprano “Hinayana” (pequeño vehículo) e inaugurará el “Mahayana” (gran vehículo); aquí, ya no es una balsa, sino un arca gigantesca en la que puedan viajar todos los seres sintientes. Pero el budismo zen o el Dzogchen consideran que estas metáforas pueden confundir. No hay ningún al que llegar, pues nuestra naturaleza originaria (como el logos en los estoicos) es perfectamente clara, claramente perfecta y ya está aquí, todo el tiempo, solo que no lo percibimos. Y no lo percibimos porque estamos condicionados a creer en un yo, que es la madre de todas las ilusiones. Más allá de esta forma, de esta pequeña ola (nuestra forma), debajo está el océano, donde tú y yo somos lo mismo, precisamente océano. De modo que, bajo esta perspectiva, no hay que llegar a ningún lado, sino percatarse de nuestra verdadera naturaleza.
Hago este breve excurso por el budismo porque me parece que el modo como describes tu vida es muy cercano a las cuestiones que se han planteado en la historia de esta venerable tradición.
Muchas gracias por tu participación en el taller, Román. Fue un gusto acompañarte.
Muchas gracias también por el comentario del curso (ya está publicado). Y por supuesto que si quieres tomar algún otro curso del sitio, eres muy bienvenido.
¡Te mando un abrazo, que todo te vaya muy bien!
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